lunes, 26 de septiembre de 2016

Mandrágora

Las  hojas  de  otoño,  arremolinadas  en  dos  o  tres  pisos  de  color  escarlata entre  los  pinos,  han  caído  como  sueños  antiguos.
-Natsume Sōseki-

Lis


La utilidad marginal de ese correoso encantamiento que nos arrebata demencialmente de la pulcra consistencia —que jamás alguien mantiene en su oscuro sendero— hacia lo desconocido, goza de la mismas características que cualquier otro bien; Es pues este impulso, más que emoción, equivalente a cualquier otro bien que según las circunstancias mezquinamente se permuta, que inescrupulosamente incrementa o decrece su valor, que se jacta de la especulación en el atiborrado mercado de vacuas palabras estimulantes.

Es pues casi nula su utilidad cuando hay otra de esas mercancías próxima, y ni es necesario que su proximidad sea tangible, basta con que sea una mención en murmullo decreciente, basta y sobra con que la otra sea sólo una memoria de la efigie que llenaba la hornacina de sus devociones pretéritas. Pues si hubiese aun cuando fuere un aroma de interés adicional en la mente de cualquier ser, este puede merecerse menos credibilidad, en cuanto a su lealtad, que el beato que alega haber visto la gloria del invisible, pues un encantamiento socavará al otro, un interés sobrepujará al otro; qué habrá al finalizar la escena sino un villano, un estólido.


El crisol rebalsa y el hierro líquido será embebido hasta su asiento in petto. El tiempo lineal se escapa apretujado a través del reticulado tramado de la necedad. Vacía y obstinada yacerá la masa informe de humanidad que eligió vivir el eco nefando de un musical disonante, que prefirió recibir la bofetada de la mandrágora descendiendo del cielo que se la devolvió.-