"...la mayor dicha está en el anhelo, y el verdadero anhelo sólo puede aspirar hacia algo inasequible."
-Goethe-
-Goethe-
Lis
Un fracaso fue su tentativa Mauvaise foi, pensó, al retraerse a cada momento en que se sintió más o menos seguro de poder mantener al ave a su costado, haya sido este el diestro o el siniestro, aunque con el tiempo se corrigió y confirmó que ella siempre estuvo alrededor y dentro suyo, impregnando cada punto en donde él detenía su raciocinio, llegando hasta su tuétano y reformando sus modales, costumbres y hasta su misma pirámide moral, fue él la presa y nunca el trampero, fue ella la encantadora.
Siguió con su examen introspectivo: —Y es que algunas
nacen con esa capacidad sobrenatural de doblegar y moldear, con el sólo
pensamiento o al menos con un grácil movimiento de sus alas, el aparato
volitivo de terceros, acariciando con precisión quirúrgica el sitio que
debilita todo ese andamiaje base de la toma de decisiones y acciones. Y son,
para mi afligida confirmación, entes libres en todo sentido, cuya libertad
jamás inmolarán en jaulas de dimensiones distintas a las que ellas ya
parametrizaron que podrían soportar. Penoso intento fue el mío, que arrancó con
grilletes pasados y deficiencias inexcusables—.
Ninguna recriminación puede hacérsele al dulce placer
otorgado libre y sin escatimar, y pese a que su abandono produce graves dolores
psicogénicos, existirá siempre ese leve y fugaz escozor post mortem, producido
por la interrogante de si mejor hubiese sido jamás haberlo experimentado, pues
su ausencia pareciera peor que la pretérita urgencia de su realización.
Derrelicto, constante insensato, fracaso de “ser lo que no soy y de no-ser lo que soy”,
contando las marcas holladas que jamás podrán ser desandadas, y mucho menos
vueltas a andar, me encuentro observando cómo ella, con su vuelo ligero y
despreocupado, decide con gracia celestial la dirección de esta limerencia, de
este anhelo, de este breve pestañeo. “Sólo voy de paso”, canta desde su rama. “Bajaré
cuando lo desee”, sigue su coro. “No somos el uno para el otro”, repite en eco
su estribillo; entonces racionalizo murmurando: Ubi verba non sunt ambigua non est locus interpretationis, derramo
una pinta de tristeza y me retiro con andar derecho, el pectoral hinchado,
tratando de mantener la frente y los hombros erguidos, como ella aconsejase, esperando
algún evento in extremis, algún suceso
expiatorio de último momento, mientras en el lejano poniente el tiempo hace rechinar
sus engranajes de vetusto fierro, y hace que las arenas inexpugnables caigan
una a una sobre mi coronilla, acumulándose alrededor de mi pesado andar en
círculos, mientras el bello mochuelo observa, agazapado en el verde follaje de
algún árbol del que cuelgan frutas de la estación, con esos ojos escrutadores y
esa libertad que le es sólo suya.
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