sábado, 28 de diciembre de 2013

De Salarrué, la cena para llevar, el fragmento de pintura de carrocería incrustado en la valla y las alas de mantis religiosa.


Joe


¿Dónde había de conservar yo el mío? Nadie se mete el pasado en el bolsillo; hay que tener una casa para acomodarlo. Mi cuerpo es lo único que poseo; un hombre solo, con su cuerpo, no puede detener los recuerdos; le pasan a través. No debería quejarme: sólo quise ser libre.
La Náusea - Sartre


Érase una vez, cuando las invitaciones eran monocromáticas y la amnistía beneficiaba casi al instante sin excepciones, que sucedió el siguiente acontecimiento:

  El tiempo se detenía cansado en la hora diecisiete, para luego seguir avanzando en su infinito recorrido vicioso por caminos de cardos y espinas. Un adiós -ligero como partículas de polvo- hacia los demás, hacia los óleos de escenas cotidianas y una parábola, con su vértice al sur, trazada en el rostro, para ti. 
Esta iba a ser una noche singular -como cada una de aquellas que aún no se han desvanecido, sino que siguen acá, azules, negras o grises como el grafito, en las que sin que lo supieras ni quisieras, heriste de forma limpia con tu kris de once crestas, desde el punto más externo de la epidermis hasta el tuétano de la pusilánime voluntad, infligiéndole una cortada profunda que eliminaba fibroblastos a su suave y gentil paso a través de los tejidos, nada que hacer para evitarlo y el daño persiste-.

  Como en otras ocasiones de luz, tu intrigante traslado sobre pétreo sendero negro -desde el edificio de piedra y cables hacia el edificio de cristales y más cables- se convertía en una huida tersa como plumaje de ave; ascendí un peldaño como guiado por tu mirada, deslizándome en invisible hilo que me indicaba el lado del copiloto, un saludo rosado o amarillo -no lo recuerdo, la estática me lo impide-, seguido de lo cual me senté y la marcha prosiguió; observaba, sin fijarme en los detalles, el conocido camino a través del parabrisas, así como el tablero oscuro entre mi humanidad y el vidrio en desenfoque, y tu bella silueta adivinada justo a mi izquierda. Una breve taquicardia denotaba la sonrisa interna que temía emanar libre y amplia, significando todo lo que no dije en esa ocasión, lo que imaginé y borré en el momento, nada de importancia sustancial, sin embargo hubiese sido uno de tantos testimonios muertos que pude haber resucitado en aquel día de tu juicio intransigente, no importa ya.

  El viaje fue breve, el primer destino fue el mismo al del tercer ópalo, el mismo que presenció las horas previas al traspaso del parapeto final, en ese día de lluvia tímida, cuando vestiste de blanco hasta las muñecas y tu pasado se entrelazó con dos cuerdas de distinta fibra.
En esta ocasión no había suficiente suelo libre para acomodar tu plateado carruaje, de tal modo que una inmediata maniobra lo dejó al cobijo del estático ornamento natural; nos dirigimos al fondo de la estancia de canela y solicitamos en azafate un conjunto de tejidos musculares sometidos por un tiempo prudencial a abrazador calor con el fin de hacer comestible una vida cercenada por el rudimentario bisturí de la costumbre culinaria adoptada. Los intercambios de símbolos audibles fueron tan comunes que, en ese segundo, nada ponía al descubierto el más leve indicio de una fisura mayor a las sufridas hasta ese momento, y yo me dejaba llevar por el dulce flujo de los acontecimientos, dando por sentada mi propiedad sobre lo que, quizás, en ningún momento poseí; debí disfrutar en detalle cada instante, debí hacer y decir algo más inteligente -l'esprit de l'escalier-; me produce un efecto fastidioso el disculparme por no haber sido la sustancia que ya era en ese momento.
Impertinentemente, a media degustación de los restos cocidos de una vida, me solicitaban información de nuestra llegada al siguiente evento, lo cual te exasperó, respondí de forma somera y continué con la apreciación de tu sonrisa mientras comías. Al final del ritual nocturno de la alimentación, sobraron porciones cobrizas que amablemente se colocaron en el pequeño cofre de poliestireno expandido. Recuerdo que dicho cofre permaneció posiblemente un día entero dentro del aposento móvil, no recuerdo el destino final de él.

  El escape de este lugar fue otro de esos eventos tan intrascendentes para un tercero pero tan alegórico para el personaje principal, para el que lo presenció con ojos de retención onírica. Siempre disfruté apreciar tu bella coordinación al conducir, había cierto placer en mi sentimiento de impotencia y en la sobrevaloración de tus destrezas que no poseo, un sentir conocido y peculiar; Me situé a un lado del automotor, esperando que lo colocaras en el sitio indicado, -el hombre del artilugio que separa espíritus de cuerpos observaba sin ayudar mucho- intentabas una táctica evasiva de giro que involucraba el estrecho corredor frente al instituto de las barras y estrellas, esta vez tu infalible percepción espacial se vio opacada, un ruido seco se escuchó proveniente del flanco izquierdo, un leve golpe y una herida en el duro metal había arrancado diminutas porciones de plateada piel que reviste tu carruaje, quedando incrustado un pequeño fragmento en una de las caras de alguno de los delgados barrotes que protegen nada y solo estrechan el sendero a través del cual quisiste moverte(1). Una subsecuente explosión de furia y descontento con tus propias habilidades le siguió a ese pequeño percance, nada que una bebida carbonatada y nicotina no puedan calmar, sin embargo la nicotina iba esperar un poco más. Nos retiramos dándole la espalda a la chimenea natural, minutos después te encontrabas acomodando el carruaje en la caverna, yo me adelanté para entregar los derechos de entrada, mientra tú te dirigías hacia la inmensa alacena a permutar por papel moneda los productos mencionados anteriormente. Breve tiempo después nos reunimos de nuevo, el rojo cilindro de lata -que sostenía con liviana fuerza tu mano- llama mi atención, no es nada nuevo, ni nada extraño, es solo una de las tantas apreciaciones de tus conductas insustanciales, sigo deliberadamente celestializando cada una de tus acciones, no lo puedo controlar. Es casi hora de entrar al salón de las butacas vacías y me pregunto qué sucederá.

   La experiencia era nueva, no logro hacer coincidir esta situación con otra vivida, la ruta de años recorrida hasta este momento ha sido tan pobre en acontecimientos tan comunes como este. Te encuentras ahora a mi lado, al alcance de mi brazo derecho que ahora rodea tus hombros, un sentimiento de seguridad franca rodea a la vez nuestros seres, o al menos el mío; no hay evento ni fuerza que desvincule el lazo espectral que une nuestras esencias en ese momento, la oscura estancia hace propicio el pensar sobre ello. Los interpretes aparecen uno a uno, fue entonces que tu palma derecha cubrió mis pupilas por un momento, un candoroso gesto que me hizo sonreír de forma sincera. 
La presentación fue impecable, el uso estrambótico de las palabras se me hacía tan conocido y a la vez tan difícil de seguir, me sentí confundido por instantes, hubieron momentos en que no pude llevar el hilo de la historia, sin embargo el sentido era claro, trataba de interpretar más rápido de lo que escuchaba, mientras -en mis adentros- suplicaba que no te durmieras, que encontraras el aspecto entretenido oculto de la escena o al menos que siguieras simulando una atención solemne como muy bien lo estabas logrando. Besaba el dorso de tu mano o tu hombro de vez en vez y la oscuridad de la sala seguía reconfortándome. Los tres cuentos pasaron en cuarenta y cinco minutos más o menos; no hay mucho que describir de esta escena, al menos no encuentro las palabras adecuadas para hacerlo, basta decir que fue uno de esos eventos que llenan satisfactoriamente una expectativa parcialmente desconocida.
Al final se dio el pequeño desorden propio de las salidas de una estancia como esta, la huida de ambos fue desapercibida por el conjunto de extraños que llenaban el lobby, cuadros y obras alusivas adornaban el lugar. Nos apresuramos a salir; optamos por entrar a la bóveda que descendía a la caverna. recuerdo dos mujeres y un hombre hablando, un fragmento de su conversación banal quedó retenida sin ningún sentido en mi memoria, no vale la pena mencionarlo. El enfado surgió de nuevo cuando contemplaste otra vez el impacto en el extremo del conductor, no podía cambiar tu sentir; dentro de tu carruaje permanecía cierto aroma proveniente del pequeño cofre blanco que posaba en el asiento de atrás, lo tratamos de ignorar. Ya acomodados en la parte frontal, introdujiste la pieza dentada de aluminio en la ranura al lado del volante, el motor de arranque se acciona y el cigüeñal inicia su giro. Mientras eso sucede sigo acariciando tu presencia. Aún no termina la velada, falta el tercer evento.

   El día está expirando, la oscuridad ha cubierto este huso horario desde hace ya casi tres horas, las calles han regurgitado y vuelto a tragar carne y metal. El humo se ha solidificado y caído, confundiéndose con el negro asfalto; hay una especie de reverencia forzada en algunos tramos de la calle que divide nuestra ubicación de mi aposento -donde planeabas entregarme en ese momento-, comentábamos lo ocurrido hacía unos minutos, había solaz y calma en nuestras voces, algunos roces de tersa voz pausaban la plática durante el conocido recorrido, mientras tanto, dentro de tu conciencia, un emergente deseo proveniente del segundo círculo dantesco cobraba vida y yo aun no lo percibía. Los semáforos colgando a cinco metros y medio del suelo parecen máquinas ejecutadas y expuestas al público con luces navideñas, dando un mensaje que aún no puedo inventar, vemos que la luz de sangre se ha activado en ese momento y suavemente presionas con tu talón el embrague y el freno a la vez, acto seguido, con tu mano derecha levantas con fuerza la palanca del freno de mano, el auto se detiene con firmeza, la energía cinética de nuestros cuerpos encuentra un tope en la cinta de nylon que cruza nuestros pechos, nuestras espaldas son empujadas levemente hacia el suave respaldo de los asientos y vuelvo mi mirada hacia tu rostro, no puedo evitar la sonrisa de satisfacción al ver tu belleza y tu optas por ignorarla unos segundos. Pienso que el tiempo que hemos acumulado tras una luz roja puede ser igual de improductivo al tiempo dominical, no lo sé, es difícil determinarlo. "Verde", el sucinto viaje continúa.
Al fin nos encontramos a la entrada del sendero que me conduciría de nuevo al punto inicial de ese día, pero antes de llegar allí hubo una vuelta al final de otro sendero que conducía a este en cuestión para colocarte en posición de salida. Las despedidas son siempre vacilantes, frente a frente parece como si el tiempo no hubiese pasado, es como en aquellos días cuando nos dirigíamos miradas -con las páginas que guardaban letras que nadie recuerda, en nuestras espaldas, colgando de tejidos sintéticos teñidos y bordados-. El desenlace de las miradas eran húmedas expresiones de cariño, como sílabas que acarician sílabas, una palabra de eterna imagen retenida en el monitor virtual del alma, así comenzó la oración y subsiguiente párrafo que acabó un par de horas después. La emoción incandescente fue encendida y no existía intención de sofocarla; la gasolina fue inyectada de nuevo hacia la cámara que la hacía explotar y los pistones trabajaban de nuevo para mover las siluetas que determinaban en ese instante el dulce espectáculo del cual serían partícipes activos a continuación.

   Escaseaban, en ese estuche que contiene identidades y maldad del inframundo, algunas alas de mantis religiosa, no se había previsto que, a medio claro de luna, sucumbiese el reflejo de la razón ante la traslúcida figura de nuestras humanidades básicas. El contorno de tu silueta formaba el espacio que ahora se movía retrocediendo kilometraje recién gastado. Había un nido de mantodeos no muy lejos de donde iniciamos a desandar, estaba a punto de adelantarme pero observé algunas presencias que me hicieron dimitir del cargo autoimpuesto de recolector de apéndices verdes. En nuestro descomedido frenesí ctónico decidimos incursionar uno o dos kilometros hacia el este, en los terrenos del santo ilustre en la batalla, donde ya sin temores ni presencias adversas, obtuve, mediante el muy conocido algoritmo, las alas requeridas para permanecer en el cómodo paralelogramo, donde las dos expresiones algebraicas solucionaban de forma perfecta sus incógnitas. Las variables que se desvelaron al paso del tiempo, que invertimos, proyectando luz en el negro domo imaginario, que coronaba nuestro cielo privado, tomaban valores delicados carmesí. No había razón para detener lo que estaba ocurriendo, nunca lo quisimos detener, siempre cedimos con agrado.
Los versos convertidos en dos hologramas entrelazados, y articulados, seguían la trillada pero emotiva secuencia de fonemas al final de cada línea, el ritmo era conocido y la lectura deleitaba cada sentido, no existía mejor representación de haber alcanzado sincronicidad en ese preciso momento, momento en el cual experimenté el azar objetivo que se descubría a sí mismo como imagen surrealista de un sueño finito que jamás debió acabar.


(1) Debo reconocer que días después de la infame aparición -cuando regresaba del lugar de los cristales y cables hacia mi estancia- con sincera glorificación hacia el recuerdo, tomé con nostalgia el fragmento que estaba todavía allí, como testigo de que esa memoria no había muerto, no hasta que la quisiera aniquilar, sin embargo, yo preferí llevármela y colocarla en la imagen que adorna el presente epígrafe y así pervivirla.


sábado, 21 de diciembre de 2013

Errata Mental III

Joe


"...Nos lo llevábamos todo, y todo permanecía vivo: los sonidos, los olores, los matices del día, los mismos pensamientos que no nos habíamos dicho; no cesábamos de gozarlos y padecerlos en el presente. Ni un recuerdo; un amor implacable y tórrido, sin sombras, sin perspectiva, sin refugio."
La Náusea - Sartre


El pequeño rectángulo de Policloruro de vinilo atravesaba la incisión del dispositivo en una fracción de segundo, las ínfimas cifras migraban de un lugar imaginario a otro y el contrato finalizaba con un sangrado negro, viscoso y fino, que dibujaba el conocido emblema personal con su puño. Existía esa nueva sensación de utilidad exaltada y un deseo inocuo de congraciarse extinguiendo obligaciones de forma indiscriminada, pensaba que ese era el debido y necesario protocolo, como  ofrendas mecidas ante el altar de la devoción a este ensueño tangible de diminuta silueta, y así me sentía seguro.
Justo antes de atravesar el umbral hacia el exterior, la memoria recuperaba una porción de las ideas expuestas momentos antes, se deliberó en un instante y me apresuré a solicitar un tributo adicional para la delegada que ha acompañado a la bella silueta por más de tres decenios, uno dulce y circular fue, con una emulada forma de su exterior rellena de nada justo en el centro y aún una porción triangular para ti. Hasta ese momento vislumbraba un sereno desenvolvimiento regenerativo de tejidos desgarrados; tu labio superior e inferior contractados mostrando ligeramente tu bella ristra de marfil que musitaba -al menos en mi mente- "todo va estar bien" y yo sonreía también.


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La decadencia incontroversible que ha producido la distancia entre sus risas y entre los tañidos de campanas columpiándose a 90 metros sobre el nivel del sólido alquitrán y su oído, es palmario y él lo sabe, sabe también que no habrá otra oportunidad para arrebatar las fracciones de lo que un día fue un entero, de lo que ya no es exacto, piensa, por otro lado que tal vez todo esto es solo un malentendido, una vergonzosa mala traducción de símbolos difusos que no llegaron como él claramente los recibió. Penosa situación oscurece su halo de latón cromado. 
Aledaño a su cubil, a la vista de la mujer rígida de bronce, que milagrosamente auxilia a los que no pueden auxiliarse a ellos mismos(sic), pasean distinguibles e indistinguibles transeúntes que jamás vislumbrarán el grave dilema ante el cual se encuentra nuestro artesano de metales; con muy poca o nula frecuencia ven hacía lo alto y cuestionan el sentido del orden que los envuelve, un orden irracional que gusta ilusionar a lo incautos y presiona hasta el duro centro de los indiferentes. 
Este regreso podría ser el mejor o el peor, aún no lo sabe, pero como todo idealista, eternizador de promesas narcóticas, se encuentra sufriendo alucinaciones. Mientras que al otro lado del velo de rayón estaban a punto de concretarse escenas que no imaginará ni en su peor sueño de zozobra, sin embargo no las puede tocar -ni siquiera atisbar- pues se elevan en un plano superior a aquel en el cual él se encuentra, fuera de su percepción sensorial, fuera de su inútil deseo de zurcir con aguja de lata la rota corola salmón que se extendió con débil miedo ante la perviviente oscilación de moléculas que la trajo, a ella, de vuelta al parnaso que nunca conoció y a él a alguno de los círculos de ese cono invertido de desolación y pesadumbre. Aún faltaba que girase de nuevo el reloj de arena, mi turno era el siguiente.

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De nuevo dentro de su estancia móvil plateada, dirigiéndonos hacia el Éste, me preguntaba qué debía decir, qué debía hacer; Las frases están desteñidas, no logro establecer como llegó la súbita petición y puesta en marcha de rodear con delicadeza y atrevimiento los suaves vestigios de una metamorfosis que nunca terminé de apreciar con mis vidrios esféricos, mis falanges besando el motivo del primer desacierto en aquel estacionamiento la noche previa a la hipócrita fiesta marcial azul y blanco, y tú lo disfrutabas.
Las luces blancas y amarillas que viajaban hacia el oeste atravesaron el parabrisas y rompieron en nuestras siluetas, reflejando esa vesania propia del prefacio a ese libro carmesí que tantas veces habíamos recitado a la luz de la luna, palabras dichas con denuedo ante la tenue irradiación que desde el techo llenaba la estancia con el brillo justo, con las imágenes imprescindibles y las estalactitas de juramentos fríos pero solemnes que se derretían a la mañana siguiente. Tu propuesta era devolverme al lugar del cual había salido hacía ya doce largas horas, pero existía cierto titubeo endeble que podía ser fácilmente fracturado; recordaste, muy convenientemente, el pedido de zumo de pera en tetra bik y la necesidad de retirar papel fiduciario del cofre de la ciudad, ante lo cual, inmediatamente ofrecí mi superflua y desesperada permanencia a tu lado por unas horas más, las cuales, serían las ultimas desde hace ya dieciseis luminares; la decisión no fue tan difícil como preví, sonreí con fruición en mi interior mientras que reposaba brevemente mi cabeza sobre tu hombro, agradeciendo el predecible desenlace que vislumbraba ante esta clara victoria sobre ese necio enlace que estaba muy lejos de ser extirpado -nada más irreal en ese momento-. Desfilamos frente a la embocadura del sendero que había presenciado mis idas y venidas por todo este ciclo inconcluso de avatares, no pudiste desecharme en ese momento, no todavía -y fue la mejor decisión-. Retomamos el camino por el cual acabábamos de deslizarnos desapercibidos en tu carroza metálica, ahora, rumbo norte, hacia una fugaz visita a ese lugar de abastecimiento, nada más trivial y sin embargo tu presencia lo celestializaba. Y yo aún era feliz.


lunes, 16 de diciembre de 2013

Errata Mental II

Joe


"Comprendí entonces todo lo que nos separaba: lo que yo podía pensar de él no lo alcanzaba, era exactamente psicología como la de las novelas. Pero su juicio me traspasaba como una espada y ponía en duda hasta mi derecho a existir. Y era verdad, siempre lo había sabido: yo no tenía derecho a existir. Había aparecido por casualidad, existía como una piedra, como una planta, como un microbio. Mi vida crecía a la buena de Dios, y en todas direcciones. A veces me enviaba vagas señales; otras veces sólo sentía un zumbido sin consecuencias."
La Náusea - Sartre


La  salida del orfebre fue sorpresiva, al menos es lo que deseo pensar, ni el tiempo ni el lugar estaban definidos; subió a la bóveda que levitaba a quince mil metros sobre el árido terreno que corría en reversa a través de los cristales a su izquierda, donde veía pasar la distancia que lo separaba de su ansiado premio otorgado a la excelencia ridícula. Era momento de ponderar los desatinos de la vida versus los logros imaginarios, los cuales, le causaban cierto confort en su penosa carrera tan mediocre casi tan semejante a la de la otra sustancia en contienda(sic), en fin... El ritmo cardíaco aumentaba con cada memoria elegida, una clara sensación de dos manos enganchadas alrededor del cuello provocaban un ahogo que no era, en ningún sentido, mental, sino tan real como el ambiente que lo rodeaba. Aún faltaba tiempo que aniquilar antes de posar de nuevo la vista sobre el ángel del noventa y siete.


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Los minutos pasaban con serenidad en el patio trasero de la madera dulce metálica, era imposible retirar la vista de tu rostro, tus iris pardos reflejaban ese brillo tan reconfortante que mezclaba caprichos con confusiones y los embellecían aún más el reflejo de la combustión de la parafina en el oxígeno. El ritual de la alimentación a la sombra de la sombras es siempre un grato momento para arrullar con suaves cumplidos y sutiles suplicas tu férrea voluntad, mientras que verdes hojas adornadas con rojas rebanadas y carídeos hacían, en solemne armonía, su camino a través de tu frágil esófago que era seguidamente irrigado por líquido ámbar proveniente del fermentado cereal que fue vertido con gentileza en la pequeña urna de cristal arropada con blanco paño. Justo a tu lado, mientras esto ocurría, mi vista repasaba cada rasgo conocido de tu divina presencia, como acariciando con telequinesis tu cuello desnudo, me encontraba en el mismo trance inducido desde hacía ya tres lustros, y aún se siente tan bien.

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Nadie sabe a ciencia cierta lo que ocurrió mientras el sujeto B viajaba, nos quedaremos con la imbatible afirmación de que solamente avanzaba. Los hechos que se desvelan segundo a segundo son tan desconocidos como repasados, copias exactas de fragmentos olvidados en el recuerdo de la venerada sociedad autómata en la que nos desenvolvemos; en efecto, desde que la molesta melodía rompe el silencio de la madrugada -obligándonos a abrir los párpados ante la oscura mañana que trae favores y desilusiones- nos hallamos inmersos en esta atmósfera viciosa, carente de aprecio por lo que nadie busca. La vida ilumina y oscurece los invisibles senderos del los paseantes, quienes dan por sentado que el mañana es de los fieles y borregos. Tan irreconciliable es imaginar que el mismo satélite que hacía descender con pálida luz su calma sobre nosotros también hacía descender su solaz artificial sobre el hojalatero, en todo caso, la estética y la buena elección nunca han sido objetivos, lo cual no priva en ninguna manera el apelativo que pueda asignarle a aquel en este preciso momento: un evidente kitsch de elección. En fin...


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Aún guardaba ciertos recelos hacía cómo debía dirigirme hacia ella en esta ocasión; la veía sentada con elegancia e imponencia en ese asiento de hierro forjado, la contemplaba con cariño sincero y al instante acudían a mi mente los símbolos -enviados esa tarde que desplegaba el inicio de la temporada más hipócrita de todos los años- cuyo desciframiento resultó en un inequívoco significado, se sucedía uno a otro, brillando en el cristal del dispositivo que suele mecerse impertérrito en mi bolsillo siniestro. Letras tocadas con lógica e intenso propósito que traduje en un liso y llano repudio a mi compañía, palabras que petrificaron mi osadía pero dejaron al descubierto mi sumisa voluntad de subyugarme a tu despótico encanto. Al fin y al cabo tus decisiones al respecto siempre cedieron y cayeron fragmentadas ante una constante plegaria sincera y conmovedora, tal cual ocurrió está, la última vez. Recobraba el sentido de la ubicación y percibía tu tersa mano acariciando mi rostro y en seguida tus rosáceos pétalos de colágeno humedeciendo los míos, junto a promesas en suspenso y una alegría inmediata. El ritual terminaba de forma peculiar: después de dos decenios, un lustro, cuatro años y algunos meses, me veo al otro lado del cristal fracturado, como desdoblado, atestiguando como mi cuerpo de corcho transgredía un, posiblemente el más significativo y trascendental, imperativo categórico que me separaba del submundo creado en mi encéfalo; 2 mililitros de pajiza pócima bávara en pos de la bella dama: "La cuenta por favor"

domingo, 15 de diciembre de 2013

Cum grano salis

Joe

  De nuevo en el punto inicial o intermendio, quién sabe. Los vientos alisios han traído desperdicios y cismas, el esbozo fue errado y la consumación de lo execrado arribó con toda su pestilencia.
  Siervo de mi capacidad y visión heurística, y amarrado con hebras de memorias azules me encuentro esperando el aparecimiento del error, cabe aún la posibilidad del yerro común, del desacierto corriente, pese a que su aseveración fue apodíctica hay algo que no ha concluido, como en los días de la banca frente a la playa, como en los días de la melodía de Pires resonando en la gran bóveda móvil bajo el manto que perdía claridad a la venida del océano, cómo en el día que te fuiste sin saberlo -debido al miedo que nunca supe-, como en el día que nunca fui ni fuiste tú, ni fuimos ambos, como en el día que volviste y volví, como en el día que traspasamos el parapeto final y nunca volvimos a ser los mismos... como en esos días, algo quedó inconcluso.
 El mar se despliega imponente e infinito frente al sujeto A, es tiempo de considerar la anécdota del trimestre a la luz cegadora de la divina razón, es momento de pasar a morar en la estancia de fobos y beber lágrimas de delfos. La casualidad vendrá de nuevo tras la luz perenne, desde el levante; el azar sustituirá las fichas, reacomodará los astros, regenerará el bombeador cercenado desde su mediastino, invertirá la traslación y traerá el silente olvido que mañana seleccionará memorias.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Errata Mental I

Joe


-11-

  Agazapado y ensimismado en el centro del vórtice, yace -sin espíritu ni madera, sin respiración ni palpitación- la medida justa y benévola de aquella sustancia que conjeturó poder ostentar el desmerecido epígrafe magnífico de "aspirante a la exclusividad absoluta" de aquel sublime y diminuto bombeador de savia granate incrustado con natural pericia en su mediastino. Pero justo cuando germinaba la poinsetia todo comenzó a encajar en perfecto estado, justo en sentido inverso de los engranajes internos del dispositivo que aniquila quimeras que con sus reptiles colas de dragón crean el presente.

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  El servil hojalatero regresaba de su largo viaje de peregrinaje en búsqueda de estaño, lo había encontrado en cantidades exiguas, apenas contaba con 7.10 gramos en su alforja de cuero de áspid, ni siquiera era suficiente para forjar una sortija que encajara en el dedo de un leptodactílido, sin embargo lo guardaba con recelo y seguridad absurda, como quien esconde papel moneda 50 centímetros bajo el nivel del suelo del jardín trasero y lo recuerda de vez en vez sin tomar en cuenta las inclemencias del tiempo tan incierto, seguridad fatua y deseos supraterrenales erróneamente canalizados.


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  La medida justa y benévola careció del pigmento índigo exacto, pigmento que debió, a su vez, reaccionar con el bombeador de savia, creando un nuevo humor cuyo torrente debió impregnarse en sus dendritas y axones; pese a que se había logrado obtener un tonalidad casi idéntica, existía poca saturación y baja luminosidad y ella lo notó pero no lo rechazó, al menos no en un acto ininterrumpido, sino en un tortuoso cuentagotas de capsaicina aplicado al globo ocular desnudo, la pupila atestiguando su exterminio con resignado pánico silencioso ante la indudable sensación que producen nueve millones de Scovilles. Sin embargo todo marchaba como serena espuma capuccina.

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  Igual, su arribo era tan incierto como esperado, semejante a los encuentros con la parca morta. Desde el seguro escondrijo especulaba cómo giraría el planeta sin el núcleo ardiente, con el centro vacío, con la atmósfera sin ozono y el cielo sin cielo. El hojalatero se apresuraba a desvelar lo que ya era del conocimiento público, agitaba masas que solicitaban materia prima nueva. Sin embargo él solo trabajaba con aluminio reciclado y no podía proveer más de lo que ya no poseía. Con todo, el velo se rasgaba con violentas heridas de distancia.

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  Cuando la primera gota de capsaicina estaba por besar el iris, un arrebato con aroma a petróleo y sándalo grabó el dulce lunar carmesí directamente en el pectoral de bronce. No estaba escrito ni en las estrellas ni en pulpa de celulosa pero todo iba a encajar como siempre había encajado desde hacía ochenta y cinco cantos de aurora. Esta vez inició, como en otras ocasiones, en la canela metálica, donde expectantes y rijosas miradas epidérmicas, de soslayo y con solemne miedo veían, de poco en poco, marchar con efervescencia sus sueños hacia la memoria que les dio vida.


domingo, 17 de noviembre de 2013

Ambrosía

Joe.

Era el meridiano del descanso judaico, En el momento que se tallaban los últimos detalles en el ópalo de este extraordinario ciclo de revelaciones y encuentros providenciales.
El aroma de tu exquisita y remota presencia proveía de agradable calidez al frío ambiente que impregnaba hasta la última de las partículas que conforman esta vasija repleta de colágeno y necedad; las huellas impregnadas de miel y azúcar provenientes de tu celestial índice quedaban impresas, una y otra vez en una arista del testarudo ornamento, mientras que, al mismo tiempo, las invisibles ondas emitidas desde dos puntos equidistantes del mismo anhelo, transportaban instantáneamente tus sílabas, que formaban palabras de memoria, frases de ensueño, ideas paradisíacas, emociones del núcleo de la tierra, que en conjunto confeccionaban una sonata tersa, en la cual tú -lujosa seda melodiosa- atravesaste con quietud y delicadeza el conducto auditivo, donde resonó -cual estruendo de armoniosa implosión lejana- tu invitación cordial que convidaba a acompañar con mi cordófono, por uno o dos tiempos -quizás solo durante el allegro-...sin embargo eso estaba por dilucidarse.
De esa forma la partitura inició su inesperado camino hacia el nacimiento del sol cuando ya estaba avanzada la penumbra, cerrando el quinto sexto de esta escena emulada. El ornamento ajustó sus vestiduras de gala previo a su emocionante andar hacia el luminoso evento melódico; atravesó la conocida vía, rumbo Occidente, vía accidentada debido al constante flujo de almas que levitan sobre hierro y caucho, la dicha no podía ser menos pese a que el tiempo apremiaba y menguaban los segundos.
La Sonata abría con un inequívoco "mi" en la segunda octava del clavicordio -tal como lo había mentalizado durante el breve trayecto nocturno apenas avanzado-. Divagaba entre temores y cálidas expresiones faciales, mientras la música continuaba en el trasfondo, la coda del Allegro movióle a ponderar que la suplantación de bemoles por sostenidos reiteraba la belleza en la disonancia que había traído esta vasija con su contumacia; la falta de aparente melodía al principio confundió la encubierta pero firme intención de despojar y coronarse sin escrúpulos -plan cavilado desde aquel día en que atestigüe con entereza la evidencia de la inmortalización de la convaleciente melodía en un daguerrotipo de fortuna-. Ahora la disonancia se amalgamaba sin resistencia en un magnífico contrapunto.
El protocolo seguido para la espera instantánea en la boca del sendero que ha besado sus pasos por años, es breve y precioso. Cómo crisálidas transmutadas volando torpemente, tratándo de alcanzár la boca del esófago. La espera rinde su celestial fruto: la manifestación emergente e imponente de la feliz melodía personificada, melodía que se ha desvanecido lentamente, al mismo ritmo que el andar de ella, el sonido se transforma, en un instante de corchea, de resonido a colores: azul, morado, negro, magenta y granate, todos deslubrambrando luz y emanando aroma de impaciencia.
El minuet de la Sonata siguió con una nota cafeinada que endulzaba con vigilia y amabilidad las ondas que resonaban en el tímpano; la nicotina estabilizaba los tonos armoniosos de su personalidad, imágenes inmortalizadas daban fe de todo el espectáculo; la sombra inmensa de la noche cobijaba con ternura a la melodía y al bajo continuo, quienes -entre sorbos de moca- aún decidían el destino del satélite que los vigilaba tras un algodón de gris hielo suspendido. La huida fue suave, como cualquier otra, el tranquilo andar de ambos sugería el inicio del ultimo allegro. el típico descenso a través del oblongo artefacto que sume las notas a la caverna, donde descansan las arcas que levitan sobre hierro y caucho, era siempre un hermoso recuerdo del contacto sencillo y revelador de libres intenciones que esperaron casi una década con un lustro para manifestarse.
Metro a metro, segundo a segundo, el allegro final se desvanecía en intenciones que se adivinaban, las notas de límite se extendían y abrían sus emociones al inminente desenlace telúrico. Una pausa pasional, ante la rotonda contigua a la sempiterna aguja que alumbra el camino vicario, sirvió de preámbulo a la mutua alborada que estaba por venir. La ruta era conocida y el adorable final de la sonata con la coda postrera produjo una catarsis en ambos. Ya no había lugar que contuviera el tiempo que los limitaba, ya no había suficiente espacio en el arca metálica, las decisiones se tomaron en un instante y el mecanismo que dividía a Venus de la Tierra descendió lentamente tal cual pórtico del inframundo.
Las horas se agruparon en ínfimos bloques apilados en orden piramidal, dispuestos de tal forma que se desmoronaran uno a uno con cada cálida sílaba, con cada ósculo implacable, con cada toque febril, con cada influencia de eros; lo cual en efecto sucedió, Posterior a la caída del último bloque, ya con la aurora silente, luego del atestiguamiento de la lasciva escena...Todo quedó como la calma de la escritura gravada en la blanca lápida que se erguía en Los Serafínes, en memoria del que cayó, al menos por el momento, en el intento de ganar el motor bombeante de líquido vital al cerebro de la bella taza de té de canela que expele volutas de esperanza y memoria en el ambiente que sigue frío y expectante, canela que sabe a Ambrosía.

martes, 8 de octubre de 2013

La Ánima Auspiciada

Joe

"Cada instante aparece para traer los siguientes. Me aferro a cada instante con toda el alma; sé que es único, irreemplazable, y sin embargo no movería un dedo para impedir su aniquilación"
La Náusea - Sartre

  Deambulando sobre el gastado tiempo que se repite, iba cierto espectro, frío y gris, tibio e invisible, la costa y el océano lo veían en su procesión.
  Había esperado todo este tiempo, con paciencia mortecina, la señal del faro, la luz que besara su rostro y le devolviera de nuevo el septentrión. Debieron pasar todavía cuatro manifestaciones palpables antes que la blanca luz se posara sobre él, traspasándolo y llenando la oquedad de su ánima.
El exordio que abrió la secuencia de eventos que estaban a punto de acontecer no pudo ser menos que confuso, La luz del faro no llegó plena ni en el momento esperado, el espectro debió vagar a tientas en la penumbra lunar, adivinando la ubicación exacta del sitio inicial, la cual se desveló hasta pasado el pánico del desprecio; entonces, fue allí -en un paraje tan circunstancial como el encuentro- donde la cadencia de miradas y gestos convergieron en un aceleración del sístole y diástole; La luz era ella, la materialización de una pléyade, una visión sobria de celestial luminiscencia; se acercaban al inicio con calidez circunspecta, con solemnidad inmaculada; a ese mismo ritmo se desbordaba el flujo apacible del contacto dérmico, efluvios de dióxido de carbono llenaban el pequeño espacio movible y el lino de silencio era desgarrado por la profana súplica granate. Fue solo el ensayo.
  El 11 illuminati consagró el amanecer de esta era de la sonrisa no ficticia, de esta época de las incertidumbres azules, negras y moradas; donde tres y seis fueron las coordenadas designadas desde antes del azar para reconciliar aspectos no conocidos de ambos seres: luz y espectro traspasándose en un idílico crepúsculo que bañó sus convicciones con perfume de moca y destiló hacia la médula la esencia de la incertidumbre. El aura requería silencio, más el espectro arrastraba sus cadenas de razón, ensordeciendo el momento por un instante, la luz terminó llenando la recámara con oscuridad tímida, con mantras nocturnos y caricias carmesí. El frenesí aniquilador de cronos se desplegó hasta el segundo canto del alba y los futuros impensables se esculpían en roca sedimentaria.
  Arreboles reflejados en los cristales del edificio de peticiones, dan generosamente su luz de arcilla a estos ojos de fantasma que no lo necesitan porque no han alejado el iris del incandescente filamento dentro de tu pecho. -Sereno y quieto- un murmullo apenas se escapa de sus laringe, como suplicando no escucharse para que la luz se lamentase en un posterior estudio retrospectivo, como deseando apenas escucharse para que la luz adivinase el juicio y lo abrazase como suyo porque lo reconoció, porque lo cobijó y le brindó auspicio por siempre.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Roto, Quebrado y Raído I

Fue la quinta peregrinación -una emblemática por su germen- una que brotó tal cual semilla traída producto de la anemocoria; magnífica demostración del proceso aleatorio y casual de este flujo perenne de días y noches.
 Las verdades que no se aceptan desde el inicio carecen siempre de esa fuerza de cohesión, carencia de la cual se lamenta en posteriores noches.
 Las verdades que no se aceptan desde el inicio carecen de esa cálida seguridad, de esa muleta de marfil que buscaba en posteriores momentos de desesperanza.
 La verdad que no es verdad siempre termina siendo la falacia que digeriste carente de aminoácidos, que endulzó la boca, tranquilizó el apetito, aniquiló el nervio y durmió el ánimo.

Impulsos sinápticos frenéticos en el terso idilio de la tarde que rasgaba el centro de la octava oportunidad de setescientos cuarenta y cuatro epitafios. 

 Fue un salto libre, el mentón y los pómulos rompiendo el viento, las manos atadas con tisú, los tobillos quebrados antes del lanzamiento, las ropas raídas y la resolución de abdicar antes de estrellarse... Un sueño extraño fue, la realidad era claramente distinta, la contingencia nunca estuvo en la caída si no en la combustión interna que no se previó, en el ardor que había refrigerado para después, en ignorar el sol que estallaba en la cara, en ignorar la inminente hoguera avivada con libros de primaria.

 Al final el asentamiento quedó desolado, los últimos marchaban con ramas disimuladas y entrelazadas, dando la espalda a las cenizas de la hoguera. Se susurran al oído, se ríen, lloran y cantan indistintamente, no es más que una verborrea aturdidora. Mientras, al fondo, a sus espaldas queda la esencia de la inefable emoción que se desmoronó de nuevo.

domingo, 15 de septiembre de 2013

El breve percance

Regla Tres: La intrepidez y precipitación en la consolidación de percepciones nunca es la mejor de las opciones...

Cortaba por el medio al noveno desastre del corriente ciclo, hacía ya algún tiempo que no arriesgaba un esfuerzo en esta área; fue demasiado presuntuoso desde su génesis,quizás hizo falta enterrar un poco más de vacío con menos barro, siempre quise dejar que se vislumbrara un destello de nada en el fondo... Siempre tuve pánico de apilar los bloques desordenados, sin armonía y sin sostén... La petición fue denegada y la extradición en curso es inalterable.
Otra vez es tiempo de balancear hacia el lado ciego el peso de la apetencia, que sea el azar el sabio de nuevo.

Necio

Shyla - EP

jueves, 12 de septiembre de 2013

MCMXCVIII

Joe

La materialización de un evento ideal, que brotó de evocaciones remotas, es la mejor representación de la dicha de estar vivo. 
-Jared Pérez-

   Pronostiqué atracar antes del ocaso -suponía que ya no estabas dentro del barco- la tripulación ha menguado de forma escalonada desde que la brisa de la noche acarició la palma que trazaba indistintamente errores que no merecen arrepentimiento. La brisa de la oscuridad discurrió por cada una de las estancias del velero -ahora, casi vacío, casi sin materia pensante dentro- sin embargo seguía escribiendo mi deseo, seguía buscando algo que rescatar, algo precioso, algo que aún irradiara calor.
   Fue entonces que advertí, entre las memorias de este Océano, la bella y única presencia de lo inconcluso, de aquello que inició en el amanecer de nuestra vesania, en la época de nuestra candidez; las remembranzas de la educación formal se entrelazaban con los ingenuos intentos de un frenesí incipiente ¡Firmamento y núcleo de la tierra!. 
   Ya no había desierto en cubierta, te manifestaste allí, en medio, con aura centelleante y semblante seráfico; regresabas por el hombre desamparado -que escribía su postrera epístola antes de lanzarse desde la proa- Con la vista acaricié minuciosamente tu rostro mientras rompían las olas en el canto y humedecían mi dorso con salino océano.
   Se precipitaban una a una las frías gotas, perforando la impermeable capa del olvido inerte, una a una se evaporaron las gotas dentro del núcleo y limpiaron desde el interior la sustancia que nunca se fue, que siempre estuvo allí, dejando ver a través de su diáfana existencia el anhelo inacabado, anhelo que impelió la resurrección del febril estado que reposaba; inició con la tersa voz de rosado satén, casi forzada, con intención recíproca pero leve, las subsiguientes aumentaron intensidad, pese a que no eran nuevas se descubrían en cada palabra, recordando el dulce pretérito de su inocente resonancia. 
   Y fue entonces que ambicioné la paralización de este ciclo y proferí que te había de llevar al piélago -donde pertenecimos- para no volver a la costa, para que la negra brisa de la amnesia no nos toque de nuevo.

The Mars Volta - The Bedlam In Goliath

martes, 30 de julio de 2013

Los 5 Años que no fueron

Albergaba la tenue esperanza de que el perfume del fotograma se quedara aquí, cerca, con los dos, conmigo o al menos que su estela aromática e ígnea almizclara y entibiara el recuerdo -recuerdo que ya no me pertenece porque fue permutado por lo etéreo, por el accidente, por el libro, por el beso, por la noche, por algo, por nada, por mí y por la promesa que nunca fue.... Pero aún, después de mil ochocientos veinticinco eclosiones de luminares y cegueras me vuelvo hacia el arquetipo imperfecto, hacia la moldura inconclusa, hacia mi ensayo del futuro aplicado; donde los datos fueron profanados en razón de la abstracción vacía y quimérica, donde los datos fueron mancillados por la ciega presunción de una sujeción y por el ámbar dulce del espíritu ctónico.
Nada supervivió de los compromisos adquiridos que perecían al paso del luminar, nada supervivió del lascivo ciclo en la divina-abyecta ceguera; Todo parece una solidificación de neblina, atrapado en el centro, cinco metros de profundidad antes de cortar el nervio, la respiración no importa, la figura mental del recuerdo lo sustenta y revitaliza de cuando en cuando, la siguiente capa hará seis metros y no hay vuelta atrás, ya no hay.

Saosin - Translating The Name (2003)

miércoles, 3 de julio de 2013

Estertores de esta ambición

Casualmente me encontraba esperando el descenso de "este evento" cuando se manifestó otro idéntico al esperado... con la única diferencia que... lo negaba completamente, (la desilusión debería ser menos que pasajera en tesituras donde los resultados son indiscriminadamente adversos pese a que se tuvieron los más delicados y minuciosos preparativos que perseguían canalizar determinaciones). En fin, aquí estoy, presenciando el desenvolvimiento de los sucesos que claramente  parecen configurar el desenlace, mas en lo recóndito de mi sustancia anhelo que esta historia este revelando apenas su planteamiento, o al menos, que toda esta desafortunada escena sea solo parte del nudo.
Deseo que pronto asome el cálido final lleno de alborozo, palabras zalameras y enternecedores abrazos y besos... sin embargo, al espabilar un poco me doy cuenta de mi yerro... Ciertamente esta sucediendo -en este momento y ahora- lo que recelaba, lo que consideré como remota contingencia, lo que aborrecí y execré.
...Ahora que me encuentro sobrio veo la agonía palmaria de la ambición y escucho como sus estertores languidecen suave y lentamente; veo la ambición desfalleciendo vacilante, como implorando piedad, como muriendo sin tener la intención, pero antes de la exhalación final ella contempla la luz, luz que jamás vio, abrasión de córnea, revelación calcinante, decepción consumada.

Subseven - Free To Conquer

lunes, 17 de junio de 2013

After The Tragedy

Ha existido, en algún momento de la vida de cada uno, ese estadio incomodo, pesado y mohíno, en el cual -como si fuera la etapa de formar el negativo en el proceso del positivado- queda impreso (en el inconsciente) esa melodía, ese olor o esa imagen que en ulteriores escenas cotidianas se verá -tal cual película expuesta a través de la luz inactínica- revelada, emergiendo y trayendo a la memoria sucesos pretéritos que deseamos-evitamos descartar, pues su efecto lacerante es, a la vez, un analgésico a la abyecta personalidad emotiva de mi humanidad.

The Voyage Of The Reason (2007)

sábado, 15 de junio de 2013

Fiore

Frecuentemente me encuentro ante situaciones que exigen un pronunciamiento crítico e inmediato, pero muy pocas veces me encuentro: a. suficientemente inteligente; b. suficientemente elocuente; c. suficientemente impávido d. suficientemente despierto.
Fiore - Ameliorate
Fiore - Ameliorate (acoustic)

Por más que intento ver indistintamente a todos, siempre encuentro el desacierto -que no pudo colarse- a través del tamiz de imperfecciones que viene, deliberadamente, incluido en el paquete racional con el que cada quien cuenta.

Fiore - The Performance
Fiore - Let's Make This Instinctive

Oh, 2008!